En la cuarta charla de las Jornadas Abiertas organizadas por ARCA, el arqueólogo y vecino de la zona Manuel García ofrece una mirada crítica y bien fundamentada sobre los cambios recientes en la legislación del suelo en Cantabria y sus posibles consecuencias para el medio rural. A partir de su experiencia profesional y vital en los valles interiores y montañosos de la región, García plantea que el paisaje que hoy consideramos natural es, en realidad, fruto de siglos de intervención humana: prácticas agrícolas, ganaderas y forestales que han modelado el territorio y generado suelos fértiles y sistemas sostenibles.

Esta perspectiva cuestiona la noción idealizada de la naturaleza como algo ajeno a la acción humana. Los muros de piedra, los prados de siega, los bosques gestionados o las terrazas agrícolas no son accidentes naturales, sino el resultado de generaciones de trabajo colectivo. Reconocer esta herencia es fundamental para entender el valor del suelo rural y para defenderlo ante dinámicas contemporáneas que amenazan con desfigurarlo.

Entre estas amenazas, García destaca el avance de proyectos de infraestructuras e industrialización —parques eólicos, autopistas, áreas logísticas— que, lejos de implantarse en terrenos marginales, tienden a ocupar suelos de alto valor agrícola y ecológico. Estos procesos suponen una degradación muchas veces irreversible del territorio: pérdida de fertilidad, deforestación, fragmentación de hábitats, y ruptura de estructuras agrarias históricas. Las leyes actuales, denuncia el ponente, con frecuencia favorecen estos desarrollos sin valorar adecuadamente el coste ambiental y social que implican.

A esto se suma el fenómeno de la despoblación rural. La emigración sostenida ha provocado el abandono de muchas fincas y construcciones tradicionales. Terrenos antaño cultivados han quedado sin uso, lo que puede interpretarse erróneamente como una “renaturalización”. Sin embargo, García subraya que este proceso suele implicar también pérdida de fertilidad, erosión del suelo y desaparición de formas de vida y saberes asociados al territorio. Mientras tanto, nuevas construcciones dispersas —chalets, urbanizaciones— continúan extendiéndose sobre tierras fértiles, ignorando el tejido construido ya existente y muchas veces rehabilitable.

Otro de los temas centrales de la charla es la especulación sobre el suelo rural. García advierte de cómo el valor de la tierra ha sido progresivamente desvinculado de su función agrícola o ecológica, y vinculado a expectativas de transformación urbanística o turística. Esta lógica del beneficio rápido a menudo prima en las decisiones sobre planificación y uso del suelo, incluso cuando supone hipotecar recursos estratégicos y colectivos.

Frente a este escenario, el ponente denuncia la progresiva pérdida de poder de las comunidades locales sobre la gestión de su territorio. Antiguamente, juntas vecinales y concejos tenían capacidad de decisión sobre los usos del suelo común, algo que ha sido desplazado por dinámicas externas —empresas, administraciones superiores— que imponen proyectos ajenos a las necesidades del entorno. La nueva Ley del Suelo de Cantabria, advierte García, puede profundizar esta tendencia: al flexibilizar aún más la construcción en suelo rural y permitir usos industriales dispersos, se abre la puerta a una ocupación aún más desordenada y destructiva del paisaje.

La charla concluye con una llamada a la conciencia colectiva sobre el valor del suelo como patrimonio construido, y a la necesidad de políticas que reconozcan su fragilidad y su centralidad para un futuro rural sostenible. Se trata de proteger no solo un recurso ecológico, sino una herencia cultural y una base de vida.

A continuación, puedes ver el vídeo completo de la charla: