En el marco de la conmemoración de los 40 años de ARCA, el biólogo e investigador Alberto Fernández Gil ofreció una conferencia centrada en el estado actual de conservación del lobo en España. Su intervención, rigurosa y documentada, abordó las dimensiones ecológicas, legales y sociales de la protección del lobo ibérico, desmontando mitos en torno al control poblacional y alertando sobre los riesgos de debilitar su estatus legal.
La charla comienza recordando los orígenes del movimiento ecologista en España en los años ochenta, una época marcada por la movilización de jóvenes biólogos y naturalistas que lograron poner la conservación de la fauna salvaje en el centro del debate público. Con ese espíritu como telón de fondo, Fernández Gil pasa a analizar el marco legal actual: tanto la legislación española como la europea exigen que las especies estén en un “estado de conservación favorable”. Según las últimas evaluaciones oficiales, el lobo en España no cumple este criterio.
Uno de los puntos clave de la charla es la crítica a las decisiones políticas recientes que han rebajado el estatus de protección del lobo de “estrictamente protegido” a simplemente “protegido”. Esta modificación, sin una justificación científica sólida, debilita las garantías legales de conservación y deja margen para interpretaciones más permisivas en cuanto al control letal de la especie.
Desde el punto de vista ecológico, el lobo se presenta como una especie clave, tanto apical como estructurante en los ecosistemas. Su papel regulador sobre las poblaciones de herbívoros, y su capacidad para generar cascadas tróficas que favorecen la biodiversidad, han sido ampliamente documentados en estudios internacionales. Sin embargo, en España el lobo sigue siendo objeto de persecución tanto legal como ilegal, lo que representa la principal amenaza para su conservación.
Uno de los aspectos más controvertidos de la gestión del lobo es el uso de controles letales —como la caza o los cupos de extracción— con el argumento de reducir daños al ganado. Fernández Gil refuta esta lógica con datos científicos: estos controles no sólo no reducen los ataques, sino que muchas veces los aumentan, al desestructurar los grupos sociales de los lobos. Cuando se eliminan individuos clave de una manada, se rompen jerarquías, aumentan los desplazamientos de lobos jóvenes y se incrementa la probabilidad de conflictos con la ganadería.
La charla también advierte sobre el estado genético preocupante de la población ibérica de lobos: una población aislada del resto de Europa, con escasa diversidad genética y altos niveles de consanguinidad en ciertos núcleos. Esta situación compromete su viabilidad a largo plazo. A ello se suman altas tasas de enfermedades, como el parvovirus o la sarna, que afectan a las poblaciones locales.
Además, Fernández Gil desmonta otro argumento común: la idea de que permitir la caza legal del lobo reduce la caza furtiva. Según los estudios que presenta, no existe evidencia que lo respalde. De hecho, en muchos contextos la permisividad legal puede normalizar la persecución.
Finalmente, el ponente subraya que, aunque la ciencia aporta datos y diagnósticos, las decisiones de conservación son en última instancia sociales, éticas y políticas. El caso del lobo revela inconsistencias en cómo tratamos a distintas especies vulnerables, y plantea un reto para la coherencia y la responsabilidad ambiental.
A continuación, el vídeo con la charla completa.